Después de una temporada breve y tormentosa con Jimmy, me regreso para Cartagena otra vez en camión. Llego a la calle de la media luna, a la casa de una vieja que producía bazuco y vivía con varios nietecitos. Como yo era su clienta, podía entrar y salir de su casa con toda tranquilidad. Muy acuciosa, ese día ella estaba moliendo el bazuco en la cocina, cuando de repente se descargan varios policías por el techo, gritando: —¡Así era que te queríamos coger, Ubaldina!
Un policía cogió el plato. Aterrados, los niños no hacían sino llorar. Yo me enfurecí y le pegué una patada a un policía. El tipo cayó al suelo con plato y todo. Como el piso era de tierra el bazuco se contaminó y se perdió. Sin embargo dijeron que se iban a llevar a Ubaldina. Pero al ver el estado en que quedaban los niños, yo les dije que mejor me llevaran a mí. Entonces salieron conmigo para la cárcel de La Ternera; un desastre de establecimiento. Casi todas las presas eran negras. Les estaban cobrando el delito de ser pobres.
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