El ensayo, género silencioso y solitario, ajeno a las bataholas de las modas literarias, exige el reposo así su contenido sea explosivo y beligerante, y una suerte de sabiduría, donde se mezclan el asombro y una buena dosis de escepticismo, que sólo otorga la madurez del escritor. Requiere, además, un sentido crítico y un cúmulo de lecturas que sólo las mentes analíticas pueden equilibrar con fortuna. Gabriel Arturo Castro cumple cabalmente con dichas exigencias.
Pablo Montoya Campuzano
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