Nada, absolutamente nada en la vida sucede por casualidad. Cada situación por la que atraviesas tiene una razón de ser, un motivo, un propósito. La vida está hecha de sucesos, de personas, de vivencias y aunque algunas sean poco fáciles de sortear el aprendizaje vale la pena. La crisis saca a relucir lo mejor que tienes, pone a prueba tu resistencia, te hace desarrollar talentos, destrezas, habilidades, capacidad de amar, de dar, de comprender, te permite sentir desde los “zapatos del otro”.
La autora de este libro sabe muy bien de lo que se habla, porque lo vive cada día. Ella es un testimonio vivo de valentía, resiliencia y amor. Siempre se oye decir que el amor más grande es el que se siente por los hijos y, es verdad, se aman con la vida misma, duele más lo que les pueda suceder que lo que le pase a uno mismo. Los hijos son maestros, son la motivación para atravesar desiertos y superar obstáculos.
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